¿A quién sirve la educación? Reflexiones desde la educación particular.

Tanto las escuelas públicas como las concertadas, en grandes ciudades como Madrid, adolecen de falta, tanto de medios, como de espacios, como de tiempo. Lamentablemente para los padres, que se esemeran en que sus hijos tengan una mínima educación integral que les permita ser independientes, parece que la legislación en materia educativa también ha perdido los fines: su finalidad. ¿Para qué se educa? El panorama es, en muchas ocasiones, desolador. Alumnos brillantes estancados en clases lentas y tediosas y alumnos obligados sufrir la impaciencia de sus profesores. Clases masificadas, burocracia, libros de texto que infantilizan las materias, son algunas de las pruebas de la caída del nivel de estudios en nuestro país. Las aulas de según qué institutos convertidas en trincheras: todos contra todos, uno contra todos.

Este panorama nos devuelve a la pregunta que hemos hecho: ¿para qué se educa? Infinidad de respuestas están ya insertas en los orígenes y desarrollo del pensamiento occidental, y es fundamental porque su respuesta nos obliga a hacernos la pregunta por el lugar que ocupamos nosotros mismos en el mundo. Sería absurdo decir que se educa para la esclavitud, puesto que no somos escalvos de nadie; sería necio decir que se educa para el sometimiento, puesto que aborrecemos la tiranía; sería triste que se educase por la obediencia, puesto que la obediencia ciega es maldad. Disciplina (facultad) sí, pero a condición de la libertad. Educar es llevar al alumno a todo lo que este pueda, igual que se haría con un amigo. Se educa para liberar: la educación es la facultad de la libertad.

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