En estos días en los que, ya pasado el comienzo de un nuevo año (esperemos que mejor que el que se fue) y todos nos planteamos propósitos y deseos, es habitual que echemos la vista atrás y que pensemos en lo que hemos hecho y que lo evaluemos.
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Yo, después de muchas sesiones de reflexión sobre mi labor docente, he llegado a la conclusión de que, de siempre, en las clases me habría podido calificar a mí mismo como de «profesor inquieto». No sé si esto es algo positivo o negativo; más bien creo que lo positivo o lo negativo en el trabajo de profesor solo podrá medirse a través de los resultados y de la huella que dejemos en nuestros alumnos y también en nuestros compañeros.
Pero, ¿qué significa para mí ser un «profesor inquieto»? Para mí, un profesor inquieto es:
1. Aquel docente que prefiere ser alumno antes que profesor.
Un profesor inquieto sabe a ciencia cierta que no lo sabe todo, haciendo suya la máxima socrática de «solo sé que no sé nada». Tiene la suficiente humildad para reconocer sus limitaciones y se enfrenta a sus inseguridades. El profesor inquieto siempre está buscando información, investigando, en continua formación, asistiendo a cursos y encuentros didácticos, participando en cursos online o en MOOCs.
2. Aquel docente que siente el placer de aprender y, por tanto, es capaz de transmitir ese placer a sus alumnos.
Un profesor inquieto se emboba con documentales de variada naturaleza. Entiende, y esto forma parte de su esencia, que cada cosa nueva que aprendes te hace más rico. El profesor que ama aprender, contagia ese amor a sus alumnos, porque les hace ver que lo que deben aprender no es un “porque sí”, sino que es algo incluso divertido. Y si no lo consigue, al menos se divierte mucho en el camino.
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3. Aquel docente que no se siente cómodo en la zona de confort.
Para un profesor inquieto, no es una opción hacer siempre lo mismo porque es lo más fácil. El profesor inquieto acepta ese curso de características especiales, aunque en un principio se queje y farfulle contra su jefe de estudios; en seguida se da cuenta y asume que esto tan nuevo y tan difícil es una oportunidad para mejorar, para explorar nuevos caminos.
4. Aquel docente que sospecha que, aunque las cosas vayan bien, podrían ir aún mejor.
Un profesor inquieto podríamos decir que es «de culo inquieto». De alguna manera intuye que aunque las cosas hayan ido bien, siempre es posible que vayan aún mejor. Se asombra y admira a otros profesores a los que conoce y que hacen cosas distintas que, ¿por qué no?, se decide a poner en práctica. Para el profesor inquieto, lo que está bien queda en la cartera de lo que funciona (que épocas de horas bajas tenemos todos), con lo que se siente libre de mirar hacia arriba y probar cosas que a lo mejor pueden funcionar incluso mejor.
5. Aquel docente que no se asusta si las cosas no van en realidad mejor, así que sigue buscando, por si acaso.
Un profesor inquieto no se paraliza cuando las cosas nuevas que prueba no funcionan. Se siente molesto, fastidiado, claro; se siente incluso triste y frustrado. Pero no se da por vencido. Piensa en grandes mentes de la historia, que hicieron avanzar a la humanidad a base de pruebas y errores. El profesor inquieto, si se cae se levanta y vuelve a ponerse a hacer malabarismos.
6. Aquel docente que descubre una nueva perspectiva o herramienta con la ilusión de quien recibe un tesoro.
Un nuevo pin en Pinterest, una idea en Twitter, un vídeo interesante en Youtube son, para el profesor inquieto, un tesoro. Un profesor inquieto se alegra, incluso grita literalmente de felicidad, cuando encuentra un material nuevo. Su cerebro bulle en seguida con nuevas ideas y posibles aplicaciones. Una infografía que no conocía es como el rastro de migas de pan que le lleva a nuevos descubrimientos y nuevas ideas.
7. Aquel docente que piensa que las novedades son salientes para seguir ascendiendo por la montaña.
Para un profesor inquieto, su trabajo es como una montaña que hay que escalar; y los alpinistas no ven en las montañas un obstáculo, sino un estímulo. Cada cosa nueva, cada herramienta tecnológica, cada inspiración nueva son como pequeños repechos donde el docente se agarra para seguir ascendiendo y darse impulso.
Al final de todo este listado sospecho que me refiero a mí mismo en gran medida; no tanto en lo que ya soy, sino más bien en lo que me gustaría ser como profesional de la enseñanza.
¿Alguien opina cosas parecida a esto? ¿Alguien piensa como yo? ¿Hay culos profesores inquietos por ahí?