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Inglés: su aprendizaje y enseñanza en España

En esta ocasión me centraré en el sector privado, ya que creo que es evidente que la metodología en la enseñanza pública del inglés está bastante desfasada en nuestro país (siendo una excepción las Escuelas Oficiales de Idiomas).

No sé si sería exagerado decir que el número de academias de inglés en España se equipara al número de gimnasios actualmente. La verdad es que no conozco las estadísticas, pero parece que el negocio de la enseñanza de idiomas está en pleno auge, quizá en su apogeo.

Como profesora de inglés, no seré yo quien diga que esto es mala señal... pero sí voy a hablar de ciertos peligros y tendencias que he venido observando a lo largo de mi trayectoria como docente. Porque como en todo, las cosas no suelen ser ni blancas ni negras.

TITULITIS

El boom de los exámenes de Cambridge es el mejor ejemplo para ilustrar este punto. Una gran mayoría de alumnos estudian y pagan las correspondientes tasas para presentarse al FCE (más conocido como FIRST) o, en menor medida, al PET o al CAE. ¿Qué hay de malo en querer estudiar para obtener un certificado que demuestre tu nivel de inglés? Nada en absoluto, salvo que el certificado en sí no suele representar tu nivel real en todas las áreas que engloba un idioma. Mucha gente desea el título para añadirlo a su currículum y ampliar el abanico de oportunidades laborales (lo que está genial y es muy loable), pero en muchos casos y a la larga, el certificado quedará como un bonito y polvoriento recordatorio de aquel examen que tanto o tan poco nos costó superar en su día. Tener un título que acredita que tienes un nivel "Intermedio Alto" o incluso "Avanzado" no es garantía de que efectivamente ése sea tu nivel. Puede que ese día el Listening se te diera peor (o de hecho tuviera un nivel de dificultad mayor que otras partes del examen, cosa que efectivamente ocurre), y puede que la sección del Use of English se te atragantara, cuando normalmente eres un crack en gramática; tal vez tienes una excelente pronunciación y suficiente vocabulario, pero los nervios y un examinador algo intimidatorio te traicionaron durante el Speaking. O al contrario, se te suele dar mal el Reading pero el día del examen lo bordaste. Ciertamente, tu título reflejará en parte tu nivel, pero creo que con estos ejemplos queda claro lo que quiero decir.

Esto en lo que concierne a los alumnos, ¿pero qué ocurre cuando la titulitis afecta a los profesores? Tener una carrera, un máster, etc., tampoco es garantía de que vas a ofrecer la mejor calidad de enseñanza. Muchos licenciados cuelgan su título en la pared y se dan por satisfechos, mientras que hay personas que sin haber completado estudios superiores están movidos por sus habilidades innatas y su motivación para formarse, investigar por su cuenta y alcanzar elevados niveles de conocimiento y maestría en según qué áreas. Sin embargo, muchísimas empresas demandan este tipo de titulaciones como requisito indispensable para contratar a un profesor. Lo curioso es que esas mismas compañías a menudo se saltan este requisito siempre que se trate de un profesor nativo, cuando ser nativo per se no es sinónimo de estar capacitado para enseñar tu idoma... En resumen, formarse es obviamente indispensable, pero un título por sí solo no te convierte en el mejor especialista en tu campo, y en España (como en muchos otros países), demasiado a menudo y de forma automática asociamos un título con la mejor calidad profesional.

FLOJERITIS

Vendría a ser la dejadez, el conformismo. Esto afecta especialmente al sector del inglés, y está íntimamente relacionado con ese complejo general que tenemos los españoles a la hora de hablar el idioma o llegar a dominarlo. Ya expliqué en otra entrada que el español y el inglés son lenguas muy distintas, y las características musicales del inglés a menudo nos hacen sentir ridículos cuando intentamos imitar el acento de un nativo. Por miedo al qué dirán, a parecer pedantes ante miradas ajenas (probablemente llenas de envidia y complejos, por otra parte), nos conformamos con aprender un inglés medianamente patatero. Incluso gente que alcanza un nivel avanzado en digamos comprensión lectora o vocabulario, y no hablo ya sólo de alumnos sino, lo que es más grave, de profesores, suenan demasiado españoles cuando hablan inglés... y la mayoría se conforman con eso, y ni se plantean que podrían pulir sus habilidades para que su inglés no suene robótico o, directamente, cutre.

MASIFICACIÓN

Cada vez que veo el anuncio "Grupos reducidos de hasta 12 alumnos", no sé si reírme o llorar. Desde mi punto de vista, un grupo reducido debe estar formado como máximo por 5 alumnos, y si se trata de enseñar un idioma en condiciones, creo que lo más efectivo son las clases One-to-one o con 2 alumnos, 3 a lo sumo. En mi primer empleo en una academia, llegué a tener clases de 18 alumnos, en aulas que no estaban preparadas ni siquiera para grupos de 10. Esto es una constante en la oferta actual: si bien es cierto que también hay academias que ofrecen un entorno bien adaptado tanto para el alumno como para el profesor, y se preocupan por la enseñanza individualizada, la mayoría funciona en base a la premisa de "a más alumnos, más ingresos", ya que se trata de un negocio muy rentable a día de hoy, gestionado a menudo por personas totalmente ajenas al mundo de la enseñanza, interesadas básicamente en lucrarse y poco más. Para competir con estos negocios y tratar de abrirse un hueco dedicándose a su pasión sin imposiciones ajenas, los profesores freelance con frecuencia se ven obligados a reducir sus tarifas, por no mencionar la falta de una normativa justa que respalde a quienes deseen ejercer su labor docente de forma autónoma. Aunque supongo que esto sucede en todo el sector de autónomos, no sólo en la enseñanza. Y a pesar de todo esto, la mayoría aún prefiere acudir a estas academias, porque tienen miedo de usar las ventajas que la tecnología pone a nuestro alcance: la misma tecnología que nos permite usar Facebook tan alegremente, podría facilitarnos el aprendizaje de idiomas, de muchas formas. Pero nos resistimos porque con frecuencia preferimos la comodidad de lo conocido, lo establecido y lo que hace la manada, incluso aunque arrastremos cierto sentimiento de frustración e insatisfacción. Sentimiento que, por desgracia, se palpa demasiado a menudo, en especial entre los adolescentes que sienten la obligación de aprender inglés como una tortura impuesta.

En resumen, me preocupa un poco el panorama; no por el hecho de que esta fiebre por aprender inglés pueda ser simplemente una moda pasajera, impuesta en su mayor parte por la demanda laboral, sino porque, aunque he visto alguna tentativa alentadora, echo en falta una nueva conciencia general, un consenso a nivel global para introducir metodologías y enfoques renovados, que hagan hincapié en lo realmente importante, que no tenga miedo de corregir, repetir y machacar las veces que haga falta; personalizar las clases al máximo para que el alumno esté motivado; estudiar y enseñar aspectos de la lengua que desconocemos pero que son clave; reconocer que no sabemos tanto como nuestro título certifica, que tal vez nos hemos acomodado, que siempre hay algo más que aprender y mejorar, que hasta los nativos meten la pata de vez en cuando; perder el miedo a comprometerse y hacer las cosas bien, o lo mejor que sea posible; replantearnos si la docencia del inglés es lo que realmente nos apasiona, y si es así darle un nuevo impulso; tener como objetivo final un dominio REAL y placentero, tan correcto y efectivo como sea posible, del inglés como segunda lengua. Tanto alumnos como profesores.