Mañana retomo mi vida como profe, aunque sea solo por una hora y vía Skype. Preparando la clase me puse a pensar otra vez en esa pregunta que tememos todos los profesores de filosofía: ¿qué es la filosofía?
Resulta paradójico no poder definir algo tan esencial para tu vida. Quizás es la misma exigencia de la lógica y racionalidad filosófica la que nos impide definirla con gusto, así como dijo Aristóteles: toda definición lógica debe constar de género próximo y diferencia específica. ¡Qué aburrido!
Me da pena decir que la filosofía es el conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano.
Preferiría que Aristóteles me permita definir a la filosofía como “el disfrute por las preguntas que te complican la existencia”, o “el impulso de dejarse llevar por la curiosidad”. También podría decir que la filosofía es aceptar que la realidad es compleja, que la verdad se escapa y que no es divertido tener razón. La filosofía es prudencia al hablar, porque te enseña que es más probable que estés equivocado. Es seria desconfianza. Es comunicación y diálogo, de existencia a existencia. Es aprender a estar a gusto en la inquietud. Y como dijo alguien que leí en internet: es permanecer siempre vulnerable ante la realidad.
Es andar con cuidado.
Es no tener miedo a decir ‘no sé’.
Es ganas de ir más allá de lo obvio.
Espero que a Aristóteles le guste aunque no cumpla con sus reglas lógicas de la definición. Lo banco igual.