Soy lectora, no compulsiva, pero leo. Estudié literatura con orgullo y sin prejuicios. He trabajado en la enseñanza de la literatura y de la lectura desde hace mucho tiempo. Sin embargo, cada vez que me preguntan sobre este tema, tiemblo.
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No sé bien por qué, pero me cuesta tener una opinión “catedrática” sobre el valor de la lectura. Mucho peor si me preguntan sobre el valor de la lectura en los niños y en los adolescentes. Intentaré entender a qué se debe este sentimiento tan pero tan molesto…
En primer lugar, no es lo mismo la lectura como actividad rutinaria, como hábito bien visto por la comunidad docente e intelectual que la literatura como arte y teoría de la expresión a través de la palabra. La pregunta siempre se refiere más a la lectura como hábito, no contempla el valor de la literatura como disciplina digna de estudio. Es más prosaica y menos poética.
Analicemos desde lo más obvio la lectura como actividad. El método que suelo utilizar cuando no sé por dónde empezar a trabajar un texto es el de hacer preguntas, preguntas simples, sin respuestas complicadas…Veremos cómo resulta la traspolación:
- ¿Qué leo?
- ¿Por qué leo?
- ¿Cómo leo?
- ¿Cuándo leo?
Mejor planteado:
- ¿Qué leen los chicos y los adolescentes?
- ¿Por qué leen los chicos y los adolescentes?
- ¿Cómo leen los chicos y los adolescentes?
- ¿Cuándo leen los chicos y los adolescentes?
¿Qué leen?
Y la respuesta se dispara de tal forma que adquiere dimensiones inmensurables. Inmensurables, en serio. Leen lo que la escuela les indica, leen lo que los padres les dicen, leen los mensajes de las redes, leen la televisión, leen revistas, leen las noticias, leen deportes, leen, leen, leen según el cristal de la respuesta que estamos buscando.
Y aquí, entonces, como el hilo de Ariadna, comienzo a vislumbrar el origen de mi miedo ¿Cómo se puede valorar la lectura si ni siquiera puedo medir el objeto de lectura? No sé si peco de negativa, pero a la pregunta original sobre el valor de la lectura en los niños y adolescentes, deberíamos responder primero qué es lo que leen. Claro está que esta nueva pregunta vuelve a disparar un sinfín de respuestas, pero no dejaría de ser un inicio válido para avanzar en este tan temido laberinto.
¿Por qué leen?
No quiero aburrir con la misma letra que la respuesta anterior. Depende de tantas circunstancias como de lectores en cuestión. Y en este punto quiero referirme a Daniel Pennac con su obra Como una novela. Este libro fue bisagra para muchos profesores de literatura y como todo buen libro, abre más interrogantes que los que cierra (aunque cierra muchos y de forma magistral)
Pennac afirma categóricamente que “el verbo leer no admite el modo imperativo”. ¿Por qué leen nuestros chicos? Cuántas veces leen después de la orden del adulto: “a leer”, “andá a leer”, “y ahora… es hora de lectura”, “antes de ir a la cama, a leer”, “tienen que leer este libro para tal fecha”.
Relacionemos la primera pregunta con la segunda: si los chicos y los adolescentes leen algo que les interesa, ¿es necesaria la orden, el modo imperativo? ¿Somos los adultos, los supuestos sujetos de poder, quienes determinamos qué leen a través de una obligación, un horario, una imposición? Triste rol del docente si caemos en directrices huecas de argumentos. No nos olvidemos nunca que en el laberinto está el Minotauro, monstruo temido por todos los ciudadanos de Creta.
¿Cómo leen?
He escuchado muchas veces como respuesta a esta pregunta las frases “los chicos no saben leer”, “lo que pasa es que leen mal”. Lo tenemos tan incorporado que es un cliché estereotipado. ¿Cómo leen? Leen como quieren, sentados, acostados, con música o en silencio.
Leen de atrás para adelante, saltean páginas, enojados, alegres, con las piernas para arriba. Y el cómo tendrá mucho que ver con las dos respuestas anteriores: si leen algo que les interesa, leerán bien y punto, si leen por obligación y algo que no les importa, leerán mal. Así de simple.
¿Cuándo leen?
Y el cuándo se transformará en siempre si descubren qué les gusta leer. El motivo será el placer de lo que leen y no el hábito de la lectura impuesto por nosotros los adultos. Leerán siempre bien, siempre querrán más.
En algunos, esa lectura será luego el estudio sistemático en la universidad, para otros, será el pasatiempo favorito. Habrá quienes esperarán ávidos los comentarios deportivos de los diarios o los que se dedicarán a buscar la información en las redes y en el mundo cibernético. Y estarán aquellos que encuentren en los libros el placer de perderse en el laberinto literario.
No sé bien por qué, pero tiemblo de emoción y no de miedo.